El último rapto de gloria de Tiger Woods, apenas concretada la victoria en el Masters de Augusta en 2019, su 15° majorEl último rapto de gloria de Tiger Woods, apenas concretada la victoria en el Masters de Augusta en 2019, su 15° major

Tiger Woods cumple 50 años: las luces y sombras de la leyenda que revolucionó el golf y dejó un legado

2025/12/30 18:58

Tiger Woods festeja este martes sus 50 años; una vida intensa y llena de avatares, típica de las personalidades de fama mundial. ¿Cómo podría resumirse su trayecto de cinco décadas? Recorrió un camino de luces y sombras en nombre del golf, el deporte que lo encumbró hacia la gloria total, pero que también le mostró la otra cara: en medio de tantos logros se hundió en el pozo más profundo, entre descuidos personales, una detención policial, un grave accidente automovilístico e incontables lesiones y operaciones. Resurgió milagrosamente a los 43 años, con el impactante triunfo en el Masters 2019 (su 15° major) y hoy, en pareja con Vanessa Trump, navega en la incertidumbre deportiva debido a sus achaques físicos.

El futuro del californiano es una incógnita; por lo pronto, superada la barrera de los 50 años, ya está en condiciones de jugar el PGA Tour Champions, el circuito de veteranos. La única cuenta pendiente de su carrera es igualar -al menos- los 18 majors que ostenta Jack Nicklaus; fuera de esa deuda, que ya parece imposible de saldar debido a su estado de salud, batió innumerables récords desde que desató la Tigermanía en el Masters de 1997: ganó 82 títulos en el PGA Tour (equiparó a Sam Snead), celebró 12 victorias internacionales y embolsó 120.999.166 dólares solo en premios oficiales en el circuito norteamericano, sin contar sus multicontratos millonarios, sobre todo con Nike y Titleist. También, incursionó en el diseño de campos y tiene su propia fundación desde hace 29 años (TGR).

Tiger Woods atrapa una bola en el hoyo 13 durante una ronda de práctica para el torneo de golf U.S. Open, el lunes 10 de junio de 2024 en Pinehurst, Carolina del Norte. (AP Foto/Matt York)

Es un jugador que redimensionó el golf con sus potentes golpes y obligó a reconsiderar las distancias de las canchas; un talento de estrategia y mentalidad únicas, que cuando activaba su vista de lince, no perdonaba a sus rivales y triunfaba a pura contundencia con su remera roja. Inspiró a varias generaciones de jugadores y disparó los ratings televisivos, además de una maquinaria de marketing. El mismo que fuera del fairway se mostró vulnerable, al punto de dañar su imagen con incidentes casi irremontables frente a la opinión pública. Sin embargo, aquí está Tiger hoy, con su torta de cumpleaños, bien cerca de sus hijos Sam Alexis (18 años) y Charlie Axel (16) y anhelando algún día volver a la competencia. Hace dos meses se sometió a su séptima cirugía de espalda, esta vez para reemplazar un disco lumbar que le causaba dolor y problemas de movilidad. El quirófano, lamentablemente para él, se convirtió en su hábitat natural.

Diseñado para triunfar

Earl Woods, su padre, estaba convencido de que había sido elegido especialmente por Dios para criar a ese chico destinado a hacer una gigantesca obra en el deporte. Insistía en que el joven Tiger sería un puente entre todas las razas y tribus, a la altura de Ghandi, Mandela, Buda o el propio Jesucristo. En el banquete para los Premios Universitarios Haskins, en 1996, se emocionaba al hablar de su hijo de 20 años, edad en la que el astro decidió hacerse profesional: “Trascenderá este deporte, ayudará a muchas personas y llevará al mundo a un humanismo nunca antes visto. El mundo será un mejor lugar para vivir debido a su existencia y contribuirá a la humanidad. Este es mi tesoro. Por favor acéptenlo y úsenlo con sabiduría”. El auditorio seguía su discurso con cierta incredulidad, mientras que Tiger, presente también en el frente de la sala, miraba hacia abajo intentando disimular las exageraciones de su progenitor.

Pero realmente desde muy chiquito, Tiger ya desplegaba sus increíbles habilidades. El 6 de octubre de 1978, con apenas ¡dos años!, hizo su debut televisivo: apareció en The Mike Douglas Show. Primero le pegó con su mini driver y luego participó en una competencia de putting con el actor Bob Hope, acercando la pelota al hoyo con su mano. El pequeño había llegado al set con ojos luminosos, sonrisa contagiosa y cargando una bolsa de palos a paso apurado. Lleno de asombro, el público apreció por primera vez su potencial: aplaudió, admiró y rio con ese chiquilín de gorrita que despertaba una simpatía inmediata. Aquel día se robó las cámaras con su habilidad.

En realidad, todo fue prematuro en su vida: Tiger no había cumplido los 10 meses y su padre ya lo llevaba al garage de su casa para impregnarlo de golf: lo sentaba en una silla alta y lo amarraba con una correa de seguridad para que viera cómo él ensayaba swings y pegaba pelotas contra una red. “Estaba completamente inmerso en esa tarea, viéndome, tanto es así que hubo que alimentarlo ahí dentro. Su madre intentaba sacarlo de la silla, pero no había manera. O sea que se le daba de comer entre golpes, mientras él presenciaba cada tiro de su papá, girando su cabeza y siguiendo el recorrido de la pelota”, describiría Earl muchos años después, recordando la crianza que le dio junto a Kultida Punwasad, a quien conoció siendo una joven tailandesa que trabajaba como secretaria en Bangkok.

El nivel de concentración a su temprana edad era algo fuera de lo común y resultó el gran incentivo para entrenarlo. Tiger creció jugando al golf en instalaciones militares como el Navy Golf Course de Cypress, en California, ya que su padre era veterano del ejército y disponía de un acceso directo para jugar en el trazado. Su pasado era de un boina verde especializado en demoliciones que combatió en Vietnam: lo mandaban a las líneas enemigas para manejar explosivos C-4 y volaba cuarteles.

Si bien no sintió las asperezas de la guerra, su madre también era de temperamento duro: “Písales la garganta y mátalos”, le decía a su hijo en los primeros torneos. Earl quería que “la leyenda”, como él denominaba a su vástago, fuera progresando de a poco. Primero lo entrenó en espacios reducidos, en el putting green. Cuando el niño se cansaba, Kultida lo ponía en el cochecito, le daba la mamadera y se dormía. Con el paso de los años, y al compás del entusiasmo de Tiger (apodo adquirido de un soldado vietnamita amigo de Earl), empezaron a recorrer los hoyos de tee a green, ensayando tiros y evaluando distancias. La pelota volaba cada vez más alta y viajaba más lejos.

Jamás el papá abandonó la obsesión de moldear a Tiger en una suerte de ser supremo en el golf. Quería que se concentrara exclusivamente en este arte, pese a que en la escuela primaria le recomendaban que su hijo probara con otros deportes, con lo que terminaba chocando con maestros y profesores. “Tiene el talento para ser el mejor de todos los tiempos. El mundo está listo para que un golfista que no sea blanco tenga éxito”, repetía Earl. El propio Tiger estaba convencido de que era capaz de cambiar el paradigma y encarnar al futuro Nicklaus. “Podría ser como una especie de Michael Jordan en el básquetbol”, opinaba en sus primeras entrevistas, cuando ya se destacaba como aficionado.

Gloria amateur y contratos multimillonarios

En 1994 se convirtió en el campeón del US Amateur más joven de la historia, rompiendo las barreras del color y la edad. Ganó tres veces consecutivas ese certamen y se convirtió en el golfista adolescente más exitoso de cualquier época. Se transformó en un fenómeno cultural, más allá de lo deportivo. Entró en ese impenetrable mundo blanco del golf y lo empezó a dominar con autoridad y maestría. La gran pregunta era cuándo Tiger se haría profesional. Entre el público de aquellos días inolvidables en el US Amateur caminaba Phil Knight, entonces CEO de Nike, a la caza del próximo “producto” de la empresa. Tras enhebrar su tercer lauro seguido, en 1996, el astro dejó la Universidad de Stanford y pasó al ámbito rentado. No tardó en firmar su primer contrato con Nike: 40 millones de dólares por cinco años.

En la empresa de la pipa se armó un fuerte debate acerca de si era conveniente explotar el tema racial para catapultar a la nueva figura del deporte mundial. Y decidieron que sí, en el objetivo de expandir el universo del golf, con lo que pusieron manos a la obra. Fue un aviso sustentado bajo el lema “Hello World”, una expresión del propio Tiger cuando abrió la conferencia del Greater Milwaukee Open en agosto de 1996, en su debut profesional, y tras firmar también un contrato con la marca de pelotitas Titleist (20 millones por 5 años). El slogan de Nike rescataba imágenes de él triunfando en el US Amateur y decía: “Todavía hay campos de Estados Unidos en donde no me permiten jugar por el color de mi piel. He oído que no estoy listo para ustedes… ¿Ustedes están listos para mí?”, para cerrar con el clásico “Just do it” (Solo hazlo).

“Creo que es un mensaje muy esperado, porque es muy auténtico. He tenido que pasar por la experiencia de que no me dejaran jugar por mi raza y la campaña de Nike solo cuenta la verdad”, denunciaba Tiger tras el lanzamiento de la campaña, ante una maraña de periodistas interesados en la enorme promesa. Y el tópico de la discriminación no pudo ser más apropiado, porque al año siguiente ganó su primer major en Augusta National, un club que aún conservaba prejuicios raciales y que, paradójicamente, se emplazó en su momento en una plantación de algodón que dependía del trabajo esclavo. Su triunfo en el Masters fue categórico: -18 total y ¡12! golpes de diferencia sobre su escolta, Tom Kite.

Nick Faldo le coloca la chaqueta verde a Tiger Woods; enseguida de hacerse profesional, mostró su valía entre los más grandes

Con ese prestigio incomparable de haber ganado su primer saco verde a los 21 años, Tiger habló como invitado del programa de TV de Oprah Winfrey: “Las cartas de odio que he recibido me recuerdan las cosas que tengo que intentar hacer”. Y rememoraba con valentía: “Toda mi infancia tuve que lidiar con eso: fui expulsado de las canchas muchas veces, me dijeron cosas terribles en la cara y es difícil. El golf necesita una sacudida”. Hubo cerrados aplausos en el estudio. Sin embargo, en ese reportaje mencionó algo que se volvió polémico y no cayó muy bien entre la comunidad negra. Debido a la mezcla de razas heredada de sus padres, se definió como “cablinasiático”, un término inventado por él. Es decir: CA de caucásico, BL de negro, IN de indígena para terminar con “asiático”.

El golfista-robot

Tiger ya era una máquina programada para jugar al golf. Entre innumerables aprendizajes, su padre le había enseñado a focalizarse al extremo. De adolescente, cuando lo entrenaba y en el afán de desconcentrarlo a propósito, hacía ruido moviendo monedas de su bolsillo, le hablaba en medio de los golpes, criticaba sus errores, lo insultaba y se cruzaba en la línea de la pelota en algunos putts. Así fue como aprendió a enfocarse y que nada lo perturbara a su alrededor en sus momentos decisivos. Un agente de operaciones psicológicas de la Armada, amigo de Earl, lo ayudó a hipnotizarse a sí mismo y a entrar en una especie de trance, para que ninguna distracción lo sacara de eje. Por eso es que tantas veces se lo vio con esa mirada fija, ausente. Pero ganadora.

Atrás habían quedado sus tiempos más lúdicos, como cuando salía con su primera novia, Dina Gravell-Parr, que no encajaba en la filosofía de los padres de Tiger. Ella estaba convencida de que el plan familiar para ese chico moreno y todavía esmirriado era ser perfilado como un robot: swings, torneos, triunfos y a embolsar dinero, en una rueda imparable. “Vas a casarte y querer tener hijos, el golf no será lo más importante, tendrás que encontrar un balance”, intentaba suavizar la rubia. Se conocieron al final de la secundaria en el Western High School de Anaheim, California, alrededor de 1992. Salieron durante tres años y pasaron momentos muy divertidos entre ellos y con amigos, tal como reflejan videos VHS caseros en el excelente documental de HBO Sports, “Tiger”.

Tiger Woods con sus dos principales pilares: su madre, Kultida, y su padre, Earl Woods. La imagen fue tras ganar el Johnnie Walker Classic, en 1998

Cierto día, Tiger les avisó a sus padres que volvería de la universidad al día siguiente, cuando en realidad había llegado el día anterior para quedarse en la casa de su novia. Enseguida descubrieron la trampa y ambos quedaron furiosos, al punto de querer echarlo del hogar. Asustado, Tiger decidió enviarle una lacerante carta a Dina para romper la relación: “Queremos informarte que mis padres y yo no queremos saber nada más de ti. Me siento usado y manipulado por ti y por tu familia. Sé que esto es repentino y sorpresivo, pero opino que es muy necesario”, zanjó de puño y letra. Dina contó a HBO Sports: “Entendí que solo se trataba de un plan [de sus padres] y tuve que dejarlo ir. Fue como una muerte, después de tres años de noviazgo. Francamente, la persona de la que me había enamorado ya no existía. Sus padres le robaron la dulzura, y el nuevo Tiger solo tenía que ver con el golf”.

Temporadas mágicas y el deseo de escapar

En sus primeros cinco años en el PGA Tour ya había ganado 24 torneos. Fue especialmente brillante la temporada 2000, cuando atrapó tres de los cuatro majors (US Open, PGA Championship y British Open) y completó el Grand Slam, además de triunfar aquel diciembre en el Buenos Aires Golf Club en la Copa del Mundo, en pareja con David Duval. Paralelamente con su andar arrollador, un halo de tristeza empezaba a minar su vida: lo complicado de lidiar con la fama: “La gente suele tratar de invadir mi privacidad y eso puede ser difícil”.

Buscó formas de huir del acoso y de las presiones deportivas y de marketing. Sumó horas y horas en la rigurosidad del gimnasio y exhibió un interés fanático por practicar buceo: “Los peces no saben quién soy allí abajo del agua”, graficaba sobre su escapismo. Steve Williams, su histórico caddie, comentaba: “Una de las cosas más extrañas de trabajar con él era que nunca había grandes celebraciones. Cuando terminaba un torneo grande, ya estaba pensando en el siguiente major”. Pero siempre necesitaba un refugio ante las exigencias de resultados en cadena.

Tiger Woods arrasó en el US Open del año 2000, en Pebble Beach: se impuso con 15 golpes de ventaja

Tiger tiene el récord de mayor cantidad de semanas como número uno del mundo en golf, con un total de 683, más del doble del siguiente mejor (331 de Greg Norman), incluida una racha dominante de 281 semanas consecutivas entre 2005 y 2010, una hazaña de dominio incomparable en la historia del deporte. Los triunfos en el máximo circuito se sucedían, pero el tiempo empezó a deteriorar la relación con su mentor, que ya no podía cumplir su rol paterno y de empresario a la vez. A la vez, el carácter mujeriego de Earl, que se puso cada vez más en evidencia y casi sin ocultamientos, le traería a Tiger consecuencias nefastas debido a ese modelo transgresor que le presentaba su padre, antes idolatrado e inmaculado.

Entonces apareció la sueca Elin Nordegren, con quien inició una relación seria en 2002, y se casaron en una lujosa ceremonia realizada en Barbados en 2004. Dos años después, el 3 de mayo de 2006, murió Earl, una pérdida irreparable pese a que el vínculo con el jugador se había percudido de manera importante.

El buen feeling de Tiger Woods con su padre Earl Woods, durante la presentación del Target World Challenge, el 12 de diciembre de 2004

La desaparición de su papá lo confundió a Tiger, le dejó un tremendo vacío. Tanto que 25 días después de su entierro, se vinculó con los Navy SEALS en los centros militares de La Posta y Coronado, en California. Quería encontrar algo, alguna reminiscencia de la veteranía de guerra de su progenitor. La fascinación se expresó practicando con armas, simulacros de rescate de rehenes y saltos en paracaídas, a veces de forma secreta. Se tomó tan en serio ese régimen castrense que se lesionó el ligamento cruzado en 2007 durante un “shoot house”, al recibir una patada en la rodilla en un ejercicio de combate, según reveló su entrenador de entonces, Hank Haney. Disfrutaba de su apogeo en el golf, pero llegó a considerar arrumbar para siempre su bolsa de palos, retirarse y alistarse en el ejército. Nadie entendía bien qué buscaba en esas frenéticas rutinas con los uniformados.

Tiger dispara en una ronda con una pistola durante un entrenamiento en un campo de tiro a las afueras de San Diego. Instructores de los Navy SEAL asignados al Centro Naval de Guerra Especial en Coronado le enseñaron al golfista habilidades básicas de puntería

Se destapan sus affaires sexuales

Afianzado como multimillonario y con cualquier deseo al alcance de su mano, Tiger se tentaría en otros ámbitos, mucho más perjudiciales. Sus viajes de diversión a Las Vegas se hicieron cada vez más frecuentes; también a distintos clubes nocturnos de New York. Las mujeres pasaron a ser su perdición, y en medio de esa doble vida tuvo un gran descuido: solía ir al restaurant Perkins con su esposa, no lejos de su casa, y empezó a tener una fogosa relación con una recepcionista llamada Mindy Lawton.

El periódico sensacionalista National Enquirer, apasionado por el auge y caída de celebridades, mandó cámaras una noche y lo cazó in fraganti en un auto con ella, aunque con imágenes poco esclarecedoras. A continuación, el diario le preguntó al equipo de Tiger qué relación existía entre el golfista y Lawton. Ante el hermetismo de su entorno y la amenaza del medio gráfico, se decidió “matar la historia”. El silencio llegaría a cambio de que el crack brindara una entrevista exclusiva para Men’s Fitness, una revista del mismo grupo de National Enquirer. Así, la imagen de Tiger permanecería impoluta… aunque no por mucho tiempo.

Mindy Lawton, la recepcionista que se convirtió en amante de Tiger

Rachel Uchitel dirigía un club nocturno en New York City y se acercó a Tiger una noche en la que estaba solo, tomando un trago. Enseguida saldría fuego de esa relación: el crack empezó a intercambiar mensajes con ella y pronto brotaría un clandestino romance de larga duración, que iba agregando capítulos en distintos lugares del mundo mientras él seguía compitiendo. Uchitel quedó como el apellido más saliente entre las infidelidades de Tiger, pero fueron once mujeres en total, según se reportó cuando todo salió a la luz.

El escándalo definitivo se desencadenó en la madrugada del 27 de noviembre de 2009, frente a su residencia en Windermere, Florida, después de una fiesta. Woods chocó su camioneta contra una boca de incendios y un árbol, quedando inconsciente. Su esposa escuchó el ruido, salió de la casa y usó un palo de golf para romper una ventana y sacarlo del auto, ya que las puertas estaban bloqueadas. Poco antes había habido una fuerte discusión entre ellos a raíz de esos affaires sexuales de Woods, que se estaban haciendo públicos en los medios.

Rachel Uchitel en su casa en Nueva York, el 27 de mayo de 2021. Durante más de una década, un amplio acuerdo de no divulgación con Tiger Woods gobernó su vida; luego, dio su versión de la historia sobre su romance con Tiger

Después de ese episodio, no hubo reconciliación alguna: la inevitable separación, decidida en 2010, fue uno de los divorcios más costosos entre famosos. “Pasé por un infierno. Es difícil pensar que tienes esta vida y después, repentinamente, era una mentira. Estoy tan abochornada porque nunca tuve sospechas sobre él, ni siquiera una. En los últimos tres años y medio, cuando todo esto ocurría, estaba en mi casa lidiando con los embarazos, luego los niños y la escuela”, comentó Nordegren a la revista People, en agosto de 2010 en su primera entrevista sobre aquel incidente y la ruptura.

Meses antes, el 19 de febrero de ese año, Tiger había hecho su mea culpa ante unas cuarenta personas, entre amigos cercanos y familiares. Con rostro compungido, a los 34 años y ya con 14 majors ganados, pidió perdón desde el estrado “por su comportamiento irresponsable y egoísta”. Añadió: “Fui infiel, tuve affaires y mentí. Lo que hice es inaceptable. Hice daño a mi esposa, mis hijos, mi madre, la familia de mi esposa, mis amigos, mi fundación y los niños en todo el mundo que me admiran”. El mundo observó en vivo su arrepentimiento, lleno de vergüenza, aunque con voz firme.

Un blanco “fácil” y el regreso a las victorias

Llegó a especularse con que Tiger se retiraría del golf. Finalmente, se tomó un largo descanso y volvió en el Masters 2010, en donde fue reprendido en una conferencia de prensa previa al torneo de parte del presidente de Augusta National de entonces, Billy Payne: “No solo su conducta fue tan deleznable; es el hecho de que nos defraudó a todos y, fundamentalmente, a nuestros hijos y nietos. Nuestro héroe no cumplió con las expectativas que queríamos para nuestros niños. Deseamos que nuestro gran campeón inicie una nueva vida: de manera positiva, constructiva y esperanzadora”.

El jugador pasó a quedar en la mira de todos y era fácil pegarle. Pésimo en su imagen pública y endeble en lo deportivo, después de haberse puesto una vara golfística altísima. Por primera vez desde que se hizo profesional, atravesó dos años sin obtener títulos: sequía de lauros en 2010 y 2011. Pero aún entre lesiones y operaciones, en la rodilla izquierda y espalda, no dejó de entrenarse, corrigió su swing y empezó a tomar vuelo de nuevo: tres victorias en 2012 y cinco en 2013. Parecía que había vuelto la mejor versión del californiano.

Tiger Woods y la dudas tras su regreso en 2010

Medicado y detenido por la policía

Los constantes problemas en la espalda y en una pierna, sumado a la acumulación de intervenciones en la zona lumbar, lo volvieron a postergar en los leaderboards y pasó a ser uno más en los torneos, ya no se constituía en una amenaza. Hubo ausencia de títulos entre 2014 y 2017 y le resultaba imposible atrapar su 15° major; el último había sido el US Open 2008, que ganó en un playoff ante Rocco Mediate tras evidenciar fuertes achaques en su tren inferior. Se arrastraba en la cancha y solo ganó por sus manos mágicas y su jerarquía.

Se volvió adicto a los medicamentos para atenuar los persistentes dolores, y esa dependencia tuvo otro correlato patético para su vida. Así fue como el 29 de mayo de 2017, a sus 41 años, fue arrestado a unos 24 kilómetros de su casa en Júpiter, Florida, donde los agentes lo encontraron inconsciente en su Mercedes-Benz, que estaba estacionado de forma inconveniente a un costado de una ruta y presentaba daños del lado del conductor.

La policía de Jupiter, Florida, detiene a Tiger Woods en un estado de confusión por la ingesta de medicamentos, el 29 de mayo de 2017

Woods, desorientado, demacrado y con su rostro expuesto en los registros policiales, declaró a los agentes que estaba tomando analgésicos Vicodin y Xanax, que tratan la ansiedad y el insomnio, para sobrellevar su cuarta cirugía de espalda en abril de aquel año. No se encontró alcohol en su organismo. Pero el informe publicado indicó que tenía otros medicamentos en su organismo: además de los dos mencionados, había ingerido Dilaudid (alivia el dolor), Xanax (para atenuar la intranquilidad), Ambien (para dormir) y THC, el ingrediente activo de la marihuana. Pagó con un año en libertad condicional, una multa de 250 dólares más costas judiciales, la asistencia a una escuela de conducción bajo los efectos del alcohol y 50 horas de servicio comunitario. En la memoria quedó aquel video en blanco y negro, esposado y bamboleante en medio de la ruta.

ARCHIVO - Esta imagen distribuida por la policía del condado de Palm Beach el 29 de mayo de 2017 muestra a Tiger Woods, tras su arresto (Palm Beach County Sheriff's office via AP, archivo)

¿Podría salir Tiger de este duro percance? Sí, su resiliencia, amor propio y ese gen competitivo únicos lo llevaron a recuperarse, después de muchos días sin siquiera poder levantarse de la cama y con la ayuda de sus hijos para las más simples tareas domésticas. El nuevo renacer físico y anímico y su vuelta al circuito lo vio triunfal en 2018 en The Tour Championship, última escala de la Fed Ex Cup, un anticipo de su fabuloso triunfo en el Masters 2019, su tan ansiado 15° major, que se catalogó como uno de los regresos deportivos más impactantes de todos los tiempos.

“El año pasado sentía la suerte de volver jugar al golf otra vez. Un par de años no pude participar en Augusta y ahora es increíble poder hacerlo. Es una experiencia sin igual, no tengo palabras para describirla. Mi mamá estuvo aquí en 1997, cuando gané, y ahora vuelve a estar al lado mío”, mencionó el astro respecto de Kultida, y recordó también la vivencia invalorable de festejar al lado de uno de sus hijos, Charlie Axel.

ARCHIVO - Tiger Woods celebra tras ganar el Masters de Augusta, el 14 de abril de 2019. (AP Foto/David J. Phillip)

Su quinto saco verde le devolvió la satisfacción de sentirse plenamente competitivo, aunque el destino volvería a ensañarse con él: el 23 de febrero de 2021 sufrió múltiples lesiones en las piernas en un grave accidente en Los Ángeles con su camioneta, que se fue barranca abajo. Presentó fracturas abiertas que afectaron a la tibia y los huesos del peroné en la parte inferior de la pierna derecha y no estuvo lejos de una amputación, tal como reconocería tiempo después.

Ante semejantes impedimentos físicos, entre períódicas cirugías reconstructivas, el californiano se vio obligado a seleccionar torneos, pero ya nunca más jugar el calendario completo del PGA Tour. Su participación en la gira se volvió cada vez más esporádica y apenas jugó 14 torneos desde la temporada 2020/2021 hasta hoy. Particularmente en 2024, jugó cuatro majors y solo pasó el corte en Augusta, donde terminó 60°. Y su última imagen antes de su cumpleaños fue en carácter de anfitrión de Hero World Challenge, acompañando en la entrega de premios al japonés Hideki Matsuyama.

El accidente automovílistico de Tiger Woods en Los Angeles, en febrero de 2021

Su cuerpo no le responde como quisiera y eso afecta directamente en su deseo de perpetuar sus sueños de campeón. Pero la huella de Tiger en el deporte mundial quedará grabada por siempre. Hoy, para el crack, es tiempo de festejar su medio siglo de vida.

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